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La Pintura


La pintura inicia como técnica de expresión humana hace 32.000 años, con las primeras pinturas rupestres en las paredes de las cavernas que habitaba el hombre primitivo. Empleaba para ello sangre y otras sustancias, que en lo sucesivo serían reemplazadas paulatinamente por aceites y pigmentos. Sus principales focos fueron, durante su historia, el paisaje, el desnudo humano, la naturaleza muerta (o bodegón) y finalmente, el abstraccionismo.
La pintura acompañó los lugares ceremoniales y funerarios de las civilizaciones antiguas, como los túmulos funerarios egipcios, los templos romanos o las catacumbas cristianas paleocristianas.
A partir del Renacimiento europeo, se impuso junto a la escultura como una de las grandes formas de expresión humana, siendo muy cultivada por artistas de la talla de Miguelángel, Rafael o Leonardo Davinci.
Un segundo momento de importancia lo tendría durante el siglo XIX, cuando las tensiones entre el Romanticismo alemán y la Ilustración francesa dieran lugar a numerosas expresiones pictóricas de importancia, y todavía un tercer momento de esplendor durante la época de las vanguardias, a inicios del siglo XX, bajo la conducción del Cubismo, Surrealismo y otras tendencias estéticas similares. Finalmente, el arte abstracto haría su entrada a la pintura a mediados del siglo XX.
EL ARTE RUPESTRE:
Se llama arte rupestre o pintura rupestre a los bocetos o dibujos prehistóricos que han sido descubiertos en piedras o cavernas, y que reflejan el imaginario de la humanidad primitiva.
Se trata de una de las manifestaciones culturales más antiguas conocidas en nuestra historia como especie, ya que algunas datan de hace más o menos 40.000 años, es decir, de la última glaciación planetaria.
Estas ilustraciones están muy relacionadas con los petroglifos, esculturas y grabados de dicha época, pero a diferencia de muchos de ellos se han conservado en muy buen estado a pesar de los siglos gracias a la protección que les ha brindado el soporte natural donde se encuentran, a salvo de la erosión y el desgaste.
Las pinturas rupestres han sido halladas en prácticamente todos los continentes (excepto la Antártida), pero las más conocidas son las de España y Francia, provenientes del período de transición entre el Paleolítico y el Neolítico, como las encontradas en las Cuevas de Altamira, en Cantabria.
La importancia de estos hallazgos se debe a lo mucho que revelan respecto a la mentalidad del ser humano primitivo, inclinado tanto como nosotros hacia la representación artística de su cotidianidad, aunque se asume que estos dibujos tuvieran también cierta importancia mágico-religiosa, y que se hicieran para pedir éxito en la cacería.
Temáticamente, las pinturas rupestres son más o menos homogéneas: las provenientes del Paleolítico muestran por lo general animales salvajes y líneas, mientras que en el Neolítico aparecen figuras humanas, huellas de manos y otras representaciones del entorno.
La mayoría de los animales dibujados son mamuts, bisontes, caballos, ciervos y renos, a menudo heridos con flechas o lanzas de cacería.
También llama la atención que estos dibujos fueron hechos con materiales muy similares, a pesar de hallarse a miles de kilómetros los unos de los otros: pigmentos de carbón vegetal, heces y otros fluidos corporales, hematita, arcilla y óxido de manganeso, probablemente mezclados con grasa o algún aceite como aglutinante.
Por lo general priman en ellos uno o dos colores: negros, rojos, amarillos y marrones. Se untaban sobre la piedra directamente con los dedos, aunque las figuras animales a menudo se raspaban con alguna piedra o herramienta para generar efectos de realismo y tridimensionalidad.
Mucho se ignora respecto al arte rupestre, ya que es difícil dar con sus fechas reales de producción: la mayoría de las veces esto se hace mediante mediciones del carbono-14 y otros elementos residuales en el tiempo, pero la presencia en las cuevas de materiales provenientes de distintas épocas, así como la contaminación de las muestras a lo largo del tiempo pueden conducir a resultados erróneos.
Los principales hallazgos en materia de pinturas rupestres se dieron entre Francia y España, por ser una región altamente poblada y favorable en aquellas épocas, pero también en Sudáfrica (Ukhahlamba-Drakensberg), Namibia (Twyfelfontein), Argentina (En las Sierras de Córdoba y en San Luis), Perú (Las famosas líneas y geoglifos de Nazca), Malasia (Gua Tambun en Perak), etc.
EL ARTE PREHISTÓRICO:
Se llama arte prehistórico a las distintas manifestaciones ornamentales, funerarias y religiosas elaboradas por el ser humano durante la prehistoria que han sobrevivido a los siglos para llegar hasta nosotros. En esta categoría entran tanto las pinturas rupestres del cuaternario, como el arte paleolítico o las construcciones megalíticas (también llamadas ciclópeas).
Como es evidente, el arte prehistórico es una categoría muy amplia, donde se encuentran manifestaciones plásticas y visuales de distinto tipo y procedencia temporal.
Sus yacimientos se encuentran generalmente en cuevas y lugares de asentamientos primitivos. Estos, en su mayoría, se han descubierto hasta ahora en el continente europeo y sus adyacencias, aunque también existen importantes yacimientos arqueológicos en África, Asia y América.
El arte prehistórico en sus distintas acepciones fue consecuencia de la expansión y diversificación de la especie humana a lo largo del planeta, dando origen así a culturas y civilizaciones muy distintas. Cada una de ellas tenía una visión propia, aunque primitiva todavía, del mundo y de sí mismas.
Se sabe que el Homo neanderthalensis recogía materiales de formas y colores llamativos, con los que decorar sus cuevas y despedir a sus difuntos. A este homínido pertenecieron las primeras formas de arte prehistórico, con más de 67.000 años de antigüedad.
Pero los cromañones fueron los que dejaron más y mejores rastros artísticos detrás, ya sea en forma de pinturas, grabados y esculturas pequeñas. Algunas de ellas datan de hace 35.000 años.
El arte prehistórico es sumamente diverso y contiene no sólo dibujos y tallas que buscaban representar la vida real, sino también utensilios, construcciones y artefactos con fines funerarios, por ejemplo. Sus características tienden a ser:
Todo tallado en madera, sílex, hueso o piedra, o pintado en esta última mediante polvo de hemetita y otros pigmentos similares. Presenta siempre un profundo significado religioso, ya que lo místico o mitológico era un componente fundamental de relación del ser humano con la realidad circundante. Tiende siempre a la abstracción, la estilización, el simbolismo y el esquematismo, alejándose de las pretensiones realistas. En el caso del arte rupestre, se hallaba en las paredes externas o superficiales de las cuevas y representa escenas de caza o símbolos indescifrables.
El arte prehistórico abarca tres grandes períodos cronológicos, los mismos en que se subdivide la Edad de Piedra:
Arte paleolítico. El más antiguo y primitivo de todos, consiste en su mayoría en pinturas y relieves realizados con las manos o con instrumentos de piedra, mediante técnicas rudimentarias o empleando pigmentos extraídos de minerales molidos. Sus dos tendencias son: Arte parietal. La decoración de las paredes con formas artísticas que representaban escenas de cacería, representaciones humanas o signos, mediante pigmentos en la pared rocosa. Estas son las llamadas pinturas rupestres. Se ignora si servían para decorar la vivienda, o para marcar sitios rituales, pero fueron particularmente comunes en Europa y el norte de África, especialmente en la región intermedia entre Francia y España. Arte mobilar. Relieves y pequeñas esculturas, en su mayoría figurillas antropomórficas, como las distintas “venus”, mujeres desnudas y talladas en piedra, con proporciones muy exageradas de senos y caderas respecto al resto del cuerpo. Arte mesolítico. El arte de este período representa una transición entre las formas antiguas del Paleolítico y las nuevas del Neolítico. Su registro más conocido es el del arte levantino, originario de la franja oriental de España, donde se representaban escenas rituales mediante figuras muy esquemáticas, casi prejeroglíficas, por lo que se conoce también como arte esquemático. Arte neolítico. Durante la llamada Revolución Neolítica, en que la humanidad abandonó la vida errante en favor de la sedentaria, el arte prehistórico da un vuelco, apareciendo así nuevos materiales que se iban descubriendo con las nuevas técnicas sedentarias, como la cerámica, fruto del horneado. Hacia finales del período, además, aparece el arte megalítico o arquitectura megalítica, con sus enormes figuras de piedra como los menhires, las galerías de piedra o dólmenes, y otras misteriosas agrupaciones como las que componen el Stonehenge.
Algunas de las piezas más célebres de arte prehistórico descubiertas son:
Las pinturas rupestres de la Cueva de Altamira. Ubicadas en España y provenientes de distintas ocupaciones humanas de las cuevas durante el Paleolítico Superior, muestran una serie de signos e ilustraciones de animales, como bueyes o antílopes, así como restos de piedras empleadas para moler el pigmento con que se trazaron en las paredes y los techos. La Venus de Willendorf. Fue tallada en piedra en algún momento del Paleolítico, entre el 28.000 a 25.000 a. C. Esta figurina de piedra hallada en 1908 en Willendorf, Austria, representa a una mujer desnuda, de senos y sexo notorios y abultados, tallada en piedra caliza y pintada con ocre rojo. La Venus de Tan-Tan. De unos seis centímetros de alto y unos posibles 400.000 años de antigüedad, es decir, contemporánea con el Homo heidelbegensis, esta figura vagamente antropomórfica fue hallada en Marruecos en 1999, a unos 15 metros de profundidad en el sedimento fluvial del río Draa. Es un hallazgo polémico, ya que muchos científicos piensan que su semejanza con el ser humano podría ser meramente casual. El Menhir de Mollet. Proveniente de finales del neolítico, alrededor de 3300 a 2200 a. C., esta estatua de piedra de 4,9 metros de alto y 68 centímetros de grueso fue hallada en Mollet del Vallés, Barcelona, España, en 2009. Representa una figura humana en bajorrelieve, a veces completado o reemplazado por grabados.
EL ARTE PALEOLÍTICO:
El período paleolítico, referido simplemente como paleolítico, es el más largo y antiguo de la existencia humana (99% del tiempo de la especie sobre el planeta) y abarca desde la aparición de las primeras especies del género Homo, del cual somos los Homo sapiens la última y única sobreviviente, hace unos 2,85 millones de años en África, hasta hace unos 12.000 años, cuando se establece el reino del Homo sapiens y se da inicio al neolítico (o Edad moderna de la piedra).
El nombre de este período proviene de los vocablos griegos palaiós (“antiguo”) y lithos (“piedra”), y fue creado por el arqueólogo inglés John Lubbock en 1865. Junto con el mesolítico y el neolítico, constituye la denominada Edad de Piedra de la humanidad, llamada de esa manera porque los seres humanos primitivos hicieron uso de distintos tipos de piedra para fabricar sus utensilios, a diferencia de las edades posteriores en que el material predominante fue el metal (Edad de los Metales).
El ser humano del paleolítico era nómada, fabricaba sus herramientas a partir de piedra, hueso y algunas fibras vegetales, y pertenecía a diversas especies humanas hoy en día extintas, como son el H. habilis, H. ergaster, H. erectus, H. antecessor, H. heidelbergensis, H. neardentihaliensis y, finalmente, H. sapiens.
Se han hecho numerosos hallazgos arqueológicos procedentes de este período, tales como restos esqueléticos más o menos intactos, herramientas líticas y muestras de arte o religión, tales como la Venus de Willendorf (de hace 22.000-24.000 años).
Muchas se atribuyen a las distintas especies humanas existentes, pero las últimas inician realmente con el H. sapiens, capaz de formas de pensamiento abstracto y cultural más complejas.
LA EDAD DE BRONCE:
Se conoce como la Edad del Bronce al período de la Prehistoria que siguió a la Edad de Cobre o calcolítico, y que antecedió a la Edad del Hierro. Junto con estas otras dos edades forma lo que se llama también la Edad de los Metales, en la que el ser humano aprendió a manipular diversos metales para fabricar instrumentos con los que mejorar su calidad de vida.
Se trata de un período fundamental en la historia de la humanidad. Como su nombre lo indica, se caracterizó por el descubrimiento del bronce: una aleación de cobre y estaño.
Como suele ocurrir cuando hablamos de períodos de la Prehistoria, la Edad de Bronce no tiene una fecha definitiva de inicio y de fin, sino fechas aproximadas, que a menudo responden sólo a la historia de ciertas regiones del mundo.
Por ejemplo, el manejo del bronce comenzó alrededor del año 4.000 a. C. en el Medio Oriente, alrededor del año 3.000 a. C. en el Asia menor y en la Grecia Antigua, y en el Asia Central recién en el 2.000 a. C.
De hecho, en China se empezó a usar el bronce recién en el 1800 a. C., como parte de los cambios introducidos por la Dinastía Shang. Lo mismo ocurre con su término, fechado alrededor del año 1.200 a. C.
Hay que notar que, en muchas clasificaciones históricas, la Edad del Cobre no se considera propiamente como una etapa aparte de la Edad del Bronce, sino como sus inicios mismos.
A menudo ambas se manejan como una sola unidad, que marcaría el inicio verdadero de la Edad de los Metales, tras el fin del Neolítico. En ello también tiene que ver que no hubo una separación formal entre ambas edades, sino que una constituye un mejoramiento de la otra.
Los primeros registros del uso del bronce en la prehistoria se dieron en la antigua Sumeria, alrededor del IV milenio a. C. Allí jugó un rol importante en la confección de armamento y de utensilios, a lo largo de la historia de sus grandes imperios: Sumeria, el Imperio Acadio y posteriormente Babilonia.
Esta civilización, considerada por muchos como la cuna de la humanidad, ya conocía para ese momento la rueda, el arado, la navegación, la astronomía, las matemáticas y la escritura. Es decir que en ella coinciden rasgos prehistóricos (previos a la escritura) e históricos (posteriores a la escritura).
El uso y el tratamiento del bronce se esparció luego por algunos de los grandes imperios de la antigüedad, como el egipcio (desde el período protodinástico, aunque nunca sustituyó del todo la piedra por escasez de los minerales), la Antigua China (en donde formó parte importante de la cultura local).
En otras culturas, como la del Valle del Indo, Japón y otros pueblos asiáticos, resulta difícil separar la llegada del bronce y la del hierro, que ocurrieron casi simultáneamente.
Por su parte, en Europa el uso del bronce llegó a través del mar Egeo, en tres períodos bien diferenciados: el cicládico (de las islas cícladas), el heládico (en la Grecia continental) y el minoico (en Creta). Todo ello hacia la mitad del III milenio a. C.
En cambio, en la América prehistórica no hubo gran conocimiento del bronce, aunque existe evidencia de que durante el Horizonte Medio andino y en la cultura Tiahuanaco se empleaba hacia el 600 d. C. una serie de aleaciones del cobre, arsénico y níquel, que vendría siendo una suerte de cobre.
Es paradójico que el hallazgo del bronce sea el que otorgue nombre a este período, cuando ésta fue apenas una innovación más dentro de un conjunto importante de rasgos cambiantes de la civilización. En ese sentido, la denominación de la Edad de los Metales está un poco centrada en lo tecnológico.
Otros rasgos importantes de la Edad del Bronce fueron:
Hubo un importante desarrollo en el arte y la escultura, apareciendo los primeros desnudos en roca pulida y los primeros grabados eróticos en bronce. En este período se hicieron los monumentos megalíticos de la llamada arquitectura ciclópea. La explotación del bronce permitió una intensificación del comercio, especialmente con las regiones mineras, lo cual a su vez trajo consigo importantes dinámicas de intercambio cultural. En algunas civilizaciones se crearon las primeras formas de escritura, como la cuneiforme de los sumerios, en tabletas de arcilla. La civilización minoica cayó ante la micénica, y su victoria se atribuyó en gran medida al uso de armamento fabricado con bronce.
La Edad del Bronce se suele clasificar en tres etapas bien diferenciadas, que son:
Bronce antiguo o temprano. Ubicada temporalmente entre el año 3.500 y el 2.000 a. C., se caracterizó por la aparición de las primeras armas de bronce, que coexistían con las de cobre y piedra, dependiendo de la disponibilidad del estaño. Bronce medio o pleno. Ubicada temporalmente entre los años 2.000 y 1.600 a. C., marca el inicio del predominio del bronce, tanto para armamento, utensilios y adornos, de modo que el metal ya formaba parte de la vida cotidiana. Bronce final. Ubicada temporalmente entre los años 1.600 y 1.200 a. C., presenció el contacto entre civilizaciones plenamente históricas (con grafía) y otras aún prehistóricas (sin grafía), así como el inicio de la cremación fúnebre y de la construcción de los grandes campos de urnas. Al término de este período se produjo la caída de los grandes imperios frente a los pueblos del mar.
La Edad de Bronce culmina en medio de una crisis que produjo la llegada de los “Pueblos del mar”, como los mencionan los documentos egipcios de la época. Ello se sabe gracias a que ya la escritura se había inventado en muchas de las civilizaciones antiguas.
El derrumbe del Imperio hitita, la caída de Babilonia y el misterioso abandono de las ciudades micénicas, son síntoma de la importante desestabilización del Mediterraneo oriental y de una crisis producida por la llegada violenta de los pueblos fenicios, filisteos y arameos, entre otros.
Finalmente, alrededor del año 1.200 a. C., se inicia la Edad del Hierro con el descubrimiento de este metal y la invención de formas más sofisticadas de metalurgia.
LA EDAD DE PIEDRA:
La Edad de Piedra o la Etapa Lítica es la primera división temporal de la prehistoria, es decir, es el lapso de tiempo que va desde el momento en que los seres humanos comenzaron a emplear instrumentos de piedra, hasta que utilizaron el bronce, dando inicio así a la Edad de los metales.
A pesar de lo que su nombre sugiere, las herramientas que los humanos emplearon durante la Edad de Piedra no estaban hechas exclusivamente de piedra, sino también de hueso, fibras, cueros, madera y arcilla. Pero en el registro arqueológico, las herramientas de piedra son las que mejor se conservaron, por eso son las más abundantes.
Sin embargo, centrarse demasiado en dichas herramientas podría hacernos perder de vista que la Edad de Piedra presenció un salto cuántico en la historia tecnológica y civilizatoria de la humanidad, durante el cual se dio inicio a la cultura (como evidencian las pinturas rupestres y las primeras figurinas de Venus).
Otro cambio importante es que se abandonó el nomadismo en favor de la vida agrícola, se domesticaron los primeros animales de granja. Por otro lado, se descubrió la cerámica y el horneado de los cereales, lo cual sentó las bases para el posterior descubrimiento de la metalurgia.
La Edad de Piedra se subdivide en tres períodos distintos, que son:
Paleolítico, Mesolítico y Neolítico.
ARTE DEL MESOLÍTICO:
Durante el mesolítico abunda el arte de tipo pospaleolítico, que expresa nuevos motivos frente a un mundo cambiante y que resulta muy difícil de datar. Suele consistir en arte parietal y objetos personales. Se caracterizó por la aparición de formas geométricas y de cierta racionalidad. Este arte rupestre exhibe ya formas esquemáticas para representar el movimiento, junto a símbolos y signos como flechas, soles o puntos.
Vía: Concepto.de